En tres pueblos vecinos de las tierras más altas del Maestrazgo turolense, puedes sentir cómo vivieron a lo largo de siglos: los nobles, las monjas y el común de los habitantes dedicados a las labores del campo y los animales.
Tres formas de vida muy contrastadas que nos dan idea de la capacidad para aprovechar los recursos del entorno y la sofisticación a la que llegaron. El progreso del Maestrazgo, de que son
testimonio las tres casas, se basó en la explotación del campo y los excedentes de la venta y elaboración de la lana.
Durante siglos de prosperidad se levantaron palacios, casas y conventos, expresión de una economía en algunos momentos muy boyante, y que conectó la zona con el exterior acogiéndose a las
corrientes artísticas y a las modas. Recorrer las salas del palacio Aliaga en La Iglesuela del Cid, el Convento de las Agustinas de Mirambel o la casa de la familia Milián en La Cuba, te permitirá sentir que conoces realmente el más auténtico y valioso patrimonio que fueron capaces de generar los que vivieron en estas montañas a lo largo de su historia.