Lavadero de arriba
Construcción en piedra que alterna la mampostería irregular con los sillares regulares. Forman parte del conjunto el lavadero, el abrevadero y la fuente.
En el libro de Benigno Palos Fabregat “Apuntes para la Historias de mí pueblo Mirambel” publicado en el año 1927 dice de este lavadero:
“Conocida por la fuente alta fuera de los muros, existe otra de mayores condiciones, tanto que si fuera fácil su exportación podría venderse con ventaja a otras similares de gran fama. (Proceden dichas aguas del monte Palomita, su curso hasta el llamado huerto seco tiene tres entradas y tres salidas, siguiendo las laderas de los llanos)”.
De esta fuente, Benigno Palos encargó en 1917 un análisis para conocer mejor las propiedades de sus aguas. De ellas dice que “los enfermos encuentran fácil alivio, especialmente los que padecen de respiración y asma. A los quince días de tomarlas, se nota un grande alivio, superior al obtenido en balnearios de gran fama”.
El lavadero de la Fuente alta tiene dos pozas, ambas para estar de pie. Es más moderno y amplio, y este evitaba que las mujeres bajasen a la parte baja del pueblo. Igualmente, una era para el lavado y la otra para el aclarado. La fuente que hay al lado de este lavadero se construiría a finales del siglo XIX, aunque la obra actual es de 1934 y fue pagada por el Sr. Ramón Barceló, rico hombre del pueblo, cuyas iniciales ya apenas se ven en la fuente.
Es un precioso conjunto de fuente, lavadero y abrevadero que permite aprovechar muy bien la abundante agua que llega al lugar. El agua sobrante del lavadero sale por un canal situado bajo el abrevadero exterior. Desde allí, a través de un canal en el suelo, se aprovechaba para regar varios huertos por turnos. Cada dos días le tocaba a un huerto, entre ellos al del cura, y así hasta finalizar el recorrido por todos los que estaban apuntados y tenían derecho. Trascurridas las 48 horas debían tapar su entrada de agua y pasarla al siguiente, de lo contrario, el siguiente tenía la potestad de quitarle el agua y desviarla a su huerto.
Los lavaderos, al igual que el horno, eran los lugares donde se arreglaba el pueblo. Allí se criticaba y se solucionaba el día a día de la localidad, llegando a producirse peleas de importancia, según contaban las abuelas. A su vez se “chafardeaba” el tipo de ropa que usaba cada vecina y toda la familia, para después criticarla.
Lavadero de abajo
Se trata de una pequeña construcción, realizada en mampostería muy irregular. Sobre un muro bajo corrido se levantan dos gruesos pilares que sustentan la cubierta. En su interior el vaso se encuentra a ras de suelo y pegado al muro, con una sola línea de lavaderas de piedra.
En el libro de Benigno Palos Fabregat “Apuntes para la Historias de mí pueblo Mirambel” publicado en el año 1927 dice de este lavadero:
“Dentro de los muros de la villa, en su parte baja, nace una abundante fuente, que suministra de sobras a los vecinos, para el consumo y lavado de ropas, y el sobrante fertiliza diferentes huertos que producen ricas frutas y sabrosas hortalizas”.
De la fuente baja se sabe que en un principio estaba fuera de la muralla, por eso hubo que hacer una ampliación de muralla para tener agua en el interior de la población, tanto de agua en la vida diaria como para el uso inevitable de los lavaderos.
Estos lavaderos de la fuente baja son para lavar de rodillas. El cubierto era para el lavado mientras que, el descubierto o grande, se usaba para el aclarado, ya que salía el agua limpia de la fuente. Antes de las obras había varias piedras o lavaderas hoy desaparecidas.
Hay también una curiosa poza exterior, de piedra, que serviría para lavar algunos tipos de prendas diferentes, así como tintes y, en especial, los lavados de la lana. Igualmente se utilizaba para lavar los cardos y así quitarles la tierra antes de darlos a los animales.