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Lavaderos de Tronchón

Tronchón, en cuanto a lavaderos se refiere, es un caso excepcional, y es que posee dos lavaderos en el casco urbano, el del Collado y el de la Fuente Nueva, y otros dos fuera de él, el del Zafarech y el de la Fuente del Gallo.

Los del casco urbano van asociados a las fuentes que hay en el pueblo: la del Collado, frente al Portal de San Miguel, y la Fuente Nueva, en la salida hacia la ermita del Tremedal. Estos dos todavía los utilizan las mujeres de la localidad por estar limpios y accesibles.

Los lavaderos que están fuera del casco urbano son los de la Fuente del Zafarech y los de la Fuente del Gallo. La primera, la del Zafarech, debe de ser una fuente bastante antigua, porque su nombre, derivado del árabe, quiere decir charca. Está en la parte baja, tocando al rio, por lo que desde el pueblo no se ve. Fue restaurado hace un par de años con bastante fidelidad, conservando las perchas en las que las mujeres colgaban la ropa para que se enjuagase.

Este lavadero se utilizaba para lavar la ropa de enfermos y difuntos. Con esto querían evitar epidemias y contagios en la población y que se mantuviese al máximo la salubridad. Era bastante habitual que se hiciese esta distinción. Si no se podía construir un lavadero aparte, las mujeres que lavaban estas ropas no se entremezclaban con las demás. Por ello ocupaban los últimos lugares, para que la suciedad de dicha ropa no hiciera todo el recorrido del agua, o lavaban en turnos diferentes.

El lavadero de la Fuente del Gallo está en el río, un poco más lejos del pueblo, en la confluencia de tres caminos en dirección a Las Suertes de la Matilla, las Suertes Viejas y los Quiñones, y a las masías correspondientes. Esta fuente se utilizaba como lavadero, por la agradable temperatura del agua, puesto que sale fría en verano y templada en invierno, es lo que en Tronchón se llama un ojal, un manantial del tipo geiser, manando desde el suelo en forma de surtidor, por eso se le conoce como fuente del «gallo”. Actualmente se encuentra en bastante mal estado de conservación, ya que tiene el techo hundido. Su construcción debe de datar del siglo XIX o principios del XX.