El lavadero de Villarroya está bastante alejado del pueblo, aproximadamente a 500 metros. Las mujeres lo utilizaban habitualmente a pesar de la lejanía, y ocasionalmente lavaban en los riachuelos que llegan al pueblo.
El agua llega por detrás al lavadero y mana a modo de fuente directamente en la poza. Es un lavadero de una única poza dividida en dos por un murete interior que permite el paso del agua de la una a la otra, de manera que el manantial llena las dos partes.
En la primera poza seguramente se haría el aclarado mientras que en la segunda se lavaba con jabón. Para no ensuciar en exceso de jabón el agua de la segunda poza, esta consta al final de la pieza de lavar de un canalillo por donde circularía el agua jabonosa resultante del lavado de la ropa, canalillo que vierte en la misma salida del agua, la cual se renueva constantemente gracias a la abundancia de la fuente.
Al entrar en el porche del lavadero, en el rincón de la derecha, la pared está ennegrecida. Las mujeres aprovechaban ese rincón para hacer fuego para calentarse cuando hacía mucho frío. A veces dejaban la ropa enjabonada en el murete de la entrada para que le diese el sol, ya que hacía que se blanquease más. También, mucha de la ropa que iban lavando la dejaban a secar allí o en los árboles de los alrededores para que luego pesase menos al volver al pueblo.