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Conjurar las tormentas en el Maestrazgo

Conjurar las tormentas en el Maestrazgo

Desde la antigüedad, el miedo a las tormentas ha ido dando lugar a un sinfín de rituales –mitad paganos, mitad religiosos– destinados a la protección de las cosechas y de las propias personas.

La costumbre de conjurar el campo se basó en la idea de que se podían combatir las tormentas y evitar cualquier otro mal que afectara a las cosechas del municipio mediante una serie de rituales. Esta práctica, surgió para satisfacer las necesidades de una sociedad que hasta el siglo XX era eminentemente agrícola y sensible a los cambios meteorológicos. Para ello, entre otras fórmulas se erigían esconjuraderos en lugares elevados o estratégicos desde donde el sacerdote recitaba una serie de súplicas para luchar contra las inclemencias del tiempo.

Estos esconjuraderos en algunos lugares son pequeños edificios de piedra cuadrangulares, en forma de porche y abiertos a los cuatro puntos cardinales, que se ubicaban normalmente al lado de las iglesias. En otros lugares se integraron en las iglesias o se aprovecharon edificios existentes.

En el Maestrazgo se tiene conocimiento de tres. El de Bordón, el de Iglesuela y el de Villarroya de los Pinares.

En Iglesuela las fuentes orales dicen que se utilizaba la torre almenada que actualmente está integrada en el ayuntamiento y que perteneció al castillo que la Orden del Temple tendría en la localidad.

Por su parte, la de Bordón está integrada en la Iglesia, es una pequeña torre detrás de la torre campanario.

Situada en uno de los puntos más altos y céntricos de Villarroya de los Pinares, la ermita-esconjuradero de la Purísima Concepción, es una edificación de planta cuadrada de dos pisos con cubierta a cuatro aguas. La planta baja se usaba para el culto a la Purísima. El piso superior sin decorar y con ventanas en los cuatro lados servía como esconjuradero según la tradición popular. Al parecer las fuentes no señalan que hasta 1694 el edificio cumpliera la función de esconjuradero, aunque lo más probable es que esta práctica se realizara antes de esta fecha. Según Fernando Maneros, que ha investigado el edificio, más adelante, sobre todo para reducir el carácter mágico de esta actividad se consagró el edificio como ermita hasta llegar a eclipsar su función inicial.

En Tronchón, para conjurar las tormentas, sacaban una reliquia que según la tradición perteneció a uno de los inocentes mandados asesinar por Herodes. Cuando la tormenta se desviaba a Villarluengo los de allí decían “Ya han sacado la manaza”.

Te invitamos a visitar los pueblos y conocer estos curiosos espacios. ¿Sabías que existían lugares así?