Cuando el militar prusiano al servicio de los carlistas Wilhelm von Rahden llegó a Cañada de Benatanduz, no solo quedó impresionado por la posición que ocupaba el caserío sostenido sobre la roca, sino también por la modestia con la que vivían sus habitantes. Por su parte, también los ejércitos de la reina, que tuvieron que pasar allí un invierno bajo la nieve, aprendieron mucho sobre las difíciles condiciones a que estaban sometidos los hombres en esas tierras. Unos y otros, carlistas y liberales, tuvieron ocasión de aprender en carne propia qué era lo que hacía tan especiales estas montañas del Maestrazgo.
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