Cuevas de Cañart

Las infraestructuras militares

Fue lugar de paso para columnas gubernamentales y partidas carlistas desde fechas muy tempranas. Durante 1834 Carnicer fue el cabecilla que más veces hizo acto de presencia en el pueblo con partidas cuyo número oscilaba entre los doscientos y trescientos hombres armados y medio centenar de caballos pidiendo raciones de todo tipo. Ese mismo año también entraron otros jefes carlistas como Montañés, Cabrera, Espallargas y García exigiendo raciones y dinero para la tropa.

Manuel Carnicer, natural en Alcañiz, desarrolló su carrera militar en la Guardia Real y participó en la insurrección realista durante el Trienio. Fue el responsable de la insurrección carlista de 1833 en el Bajo Aragón y lideró las tropas rebeldes hasta su muerte en 1835.

El cadáver de un desconocido

Hospitales

Aduanas

Uniformes y desertores

Ya en 1834 se produjeron distintos acontecimientos que hablaron a los habitantes de la localidad de la inminencia de la guerra que se avecinaba.

La atención sanitaria se convirtió en un servicio básico para un territorio en guerra, donde los hechos de armas causaban tantas bajas como la actividad cotidiana de los ejércitos.

A partir de 1836 Castellote se convirtió en la puerta del territorio carlista hacia el Bajo Aragón.

Este control carlista sobre el territorio permitió la instalación de actividades de apoyo al ejército en Cuevas de Cañart.

En agosto se fugaron a la facción el cirujano de Cuevas, Domingo Vallés y su hijo Pascual. En noviembre se encontró cerca de la población el cadáver de un desconocido y todos pensaron que se trataba de un carlista. Entre los numerosos rebeldes que se movían por la zona había uno de Cuevas que era conocido como «Suchet».

Cuando en mayo de 1835 se presentó Quílez con 200 hombres, las autoridades liberales no dudaron en señalar la afinidad carlista de los vecinos afirmando que «en este pueblo se halla[ba]n muchos de su partido». Al mes siguiente fue alcanzado Montañés en el término de Cuevas coincidiendo con un momento de mayor debilidad de las partidas.

Cuevas de Cañart, al igual que otras localidades del Maestrazgo, como Ares, Bordón, Cantavieja, Cinctorres, Forcall, Aliaga, La Iglesuela o Morella, fue sede de dos hospitales. Uno de ellos, para los enfermos de medicina general, se instaló en el amplio edificio del convento de los monjes servitas. Para el otro fue acondicionada una de las casas del pueblo situada junto a la iglesia de San Pedro donde eran atendidos los heridos que requerían cuidados de cirugía. En total podían asistir a 250 enfermos.

Con la voluntad de controlar el tránsito de productos y personas que se producía en la línea fronteriza se estableció entonces una serie de puntos aduaneros avanzados. Ejulve, Castellote y Cuevas de Cañart fueron los principales puestos aduaneros de esta línea. La presión sobre el tránsito fue tan grande que provocó serios problemas llegándose a afirmar que «causaban las mayores extorsiones, no solo a los pueblos, sino también a toda clase de transeúntes».

Se sabe que en esta localidad trabajaban un importante número de sastres, a los que se sumaron otros más llevados a la fuerza para la confección de vestuario.

En 1838 fueron concentrándose en las Cuevas todos los desertores carlistas que iban siendo apresados. Como castigo a su defección fueron destinados a un batallón «de desarmados» que eran empleados como mano de obra en fortificaciones como la de Montalbán o para habilitar carreteras que permitieran el transporte de la artillería.

La movilidad de las partidas fue clave para el mantenimiento de la insurrección carlista en los primeros momentos.
La movilidad de las partidas fue clave para el mantenimiento de la insurrección carlista en los primeros momentos.
Las infraestructuras sanitarias eran imprescindibles para que el ejercito carlista pudiera mantenerse en el territorio.
Las infraestructuras sanitarias eran imprescindibles para que el ejercito carlista pudiera mantenerse en el territorio.
Aduaneros sorprendidos repartiéndose el botín.
Aduaneros sorprendidos repartiéndose el botín.
Inicialmente, los carlistas carecían de indumentaria específica. Poder disponer de uniformes fue un paso adelante en la consolidación del ejército.
Inicialmente, los carlistas carecían de indumentaria específica. Poder disponer de uniformes fue un paso adelante en la consolidación del ejército.

El cadáver de un desconocido

Ya en 1834 se produjeron distintos acontecimientos que hablaron a los habitantes de la localidad de la inminencia de la guerra que se avecinaba.

En agosto se fugaron a la facción el cirujano de Cuevas, Domingo Vallés y su hijo Pascual. En noviembre se encontró cerca de la población el cadáver de un desconocido y todos pensaron que se trataba de un carlista. Entre los numerosos rebeldes que se movían por la zona había uno de Cuevas que era conocido como «Suchet».

Cuando en mayo de 1835 se presentó Quílez con 200 hombres, las autoridades liberales no dudaron en señalar la afinidad carlista de los vecinos afirmando que «en este pueblo se halla[ba]n muchos de su partido». Al mes siguiente fue alcanzado Montañés en el término de Cuevas coincidiendo con un momento de mayor debilidad de las partidas.

Hospitales

La atención sanitaria se convirtió en un servicio básico para un territorio en guerra, donde los hechos de armas causaban tantas bajas como la actividad cotidiana de los ejércitos.

Cuevas de Cañart, al igual que otras localidades del Maestrazgo, como Ares, Bordón, Cantavieja, Cinctorres, Forcall, Aliaga, La Iglesuela o Morella, fue sede de dos hospitales. Uno de ellos, para los enfermos de medicina general, se instaló en el amplio edificio del convento de los monjes servitas. Para el otro fue acondicionada una de las casas del pueblo situada junto a la iglesia de San Pedro donde eran atendidos los heridos que requerían cuidados de cirugía. En total podían asistir a 250 enfermos.

Aduanas

A partir de 1836 Castellote se convirtió en la puerta del territorio carlista hacia el Bajo Aragón.

Con la voluntad de controlar el tránsito de productos y personas que se producía en la línea fronteriza se estableció entonces una serie de puntos aduaneros avanzados. Ejulve, Castellote y Cuevas de Cañart fueron los principales puestos aduaneros de esta línea. La presión sobre el tránsito fue tan grande que provocó serios problemas llegándose a afirmar que «causaban las mayores extorsiones, no solo a los pueblos, sino también a toda clase de transeúntes».

Uniformes y desertores

Este control carlista sobre el territorio permitió la instalación de actividades de apoyo al ejército en Cuevas de Cañart.

Se sabe que en esta localidad trabajaban un importante número de sastres, a los que se sumaron otros más llevados a la fuerza para la confección de vestuario.

En 1838 fueron concentrándose en las Cuevas todos los desertores carlistas que iban siendo apresados. Como castigo a su defección fueron destinados a un batallón «de desarmados» que eran empleados como mano de obra en fortificaciones como la de Montalbán o para habilitar carreteras que permitieran el transporte de la artillería.