Esta localidad constituye un escalón intermedio en el acceso al corazón del Maestrazgo carlista. Las autoridades locales se esforzaron por mantener la fidelidad al gobierno de la reina. Al mismo tiempo, la existencia de grandes pinares en su término municipal ofreció abrigo a los principales cabecillas carlistas, como Carnicer, Quílez, Montañés, El Serrador, Forcadell o Cabrera, a lo largo de toda la guerra.
Por su parte, los generales liberales siempre contaron con apoyarse en Fortanete para realizar el asalto
de Cantavieja, de ahí que sus habitantes llegaran a ver en sus calles a oficiales isabelinos del renombre de Espartero, O’Donnell, o el Marqués de las Amarillas.