Miravete de la Sierra

Miravete de la Sierra

Adaptarse a las condiciones
de la guerra

La población de Miravete de la Sierra, al estallar la Primera Guerra Carlista, se componía de 32 vecinos y 294 almas. El equilibrio de la comunidad era frágil. Por eso sus habitantes trataron de adaptarse a los ritmos de la guerra cumpliendo de manera escrupulosa las instrucciones de las autoridades liberales. Lo que no fue óbice para atender también las exigencias de las partidas carlistas enviadas por Cabrera. A finales de 1836 la situación cambió. El pueblo quedó bajo la órbita de Cantavieja desde donde se nombró un nuevo ayuntamiento carlista y comenzaron a llover las peticiones de todo tipo, no solo económicas, sino también prestación de servicios y reclutamiento de soldados.

Las armas

Milicia Nacional

Constitución

Quintos

Un asunto importante en el desarrollo de la guerra fue el control de las armas. En el Maestrazgo, como en el resto de España, desde la Guerra de la Independencia, los civiles se habían familiarizado con el uso de las armas.

La forma que el liberalismo tenía prevista para mantener el orden en las poblaciones era la Milicia Nacional, es decir, una fuerza de civiles armados responsable de la seguridad en el término municipal.

Hasta 1836 las autoridades de Miravete se mantuvieron fieles al gobierno de la reina. Lo prueba la disciplina con que ejecutaron las órdenes que iban llegando de las autoridades liberales.

La guerra en el Maestrazgo pronto situó su foco sobre los jóvenes de los pueblos. Desde el principio, las partidas habían entrado en los pueblos llevándose, muchas veces forzados, a los hombres entre 16 y 40 años antes de que fueran reclamados por las autoridades liberales.

Por eso, lo primero que hicieron las autoridades tras el estallido de la insurrección carlista fue incautarse de todas aquellas que no contaran con autorización. No solo por impedir que fueran usadas por los habitantes para unirse a la facción, sino también para evitar que los carlistas armaran a sus partidas con ellas. Este proceso de desarme se llevó a cabo en Miravete los primeros días de 1834 bajo la supervisión del Ayuntamiento.

Los milicianos solían ser los liberales más comprometidos de la población, de modo que, con el estallido de la guerra carlista, se convirtieron en objetivo preferente de los rebeldes. Pese al riesgo que esto comportaba, los pueblos intentaron cumplir con las órdenes y organizar su milicia. Miravete presentó el 31 de mayo de 1835 el listado de sus milicianos

Cuando en el verano de ese año fue proclamada la Constitución de 1812, se abrió en la localidad un proceso electoral que tenía un doble objetivo: participar en la elección de los diputados que debían representar a la provincia en las Cortes de Madrid y, por otro lado, decidir por sufragio universal masculino los miembros del nuevo Ayuntamiento constitucional. Sin embargo, los carlistas no tardarían en extender su control sobre el pueblo y en nombrar otro ayuntamiento que debería cumplir las órdenes procedentes de Cantavieja.

En Miravete los liberales ordenaron en 1837 hacer la quinta para servir en el ejército. Y en 1838 fueron los carlistas, los que mandaron quintar a los jóvenes del pueblo. Uno y otro ejército aspiraban a incorporarlos en sus filas arrancándolos de unas familias que los necesitaban para trabajar la tierra o cuidar de los ganados. Por eso se resistieron siempre que pudieron esgrimiendo todo tipo de excusas para eludir este servicio.

El control de las armas fue una de las principales preocupaciones de las autoridades del Maestrazgo.
El control de las armas fue una de las principales preocupaciones de las autoridades del Maestrazgo.
La Milicia Nacional fuerza de orden del nuevo régimen liberal.
La Milicia Nacional fuerza de orden del nuevo régimen liberal.
Nombramiento del ayuntamiento carlista de Miravete correspondiente al año 1839.
Nombramiento del ayuntamiento carlista de Miravete correspondiente al año 1839.
El sorteo de quintos siempre fue un momento importante en la vida de los pueblos, pero la guerra le dio una especial trascendencia.
El sorteo de quintos siempre fue un momento importante en la vida de los pueblos, pero la guerra le dio una especial trascendencia.

Las armas

Un asunto importante en el desarrollo de la guerra fue el control de las armas. En el Maestrazgo, como en el resto de España, desde la Guerra de la Independencia, los civiles se habían familiarizado con el uso de las armas.

Por eso, lo primero que hicieron las autoridades tras el estallido de la insurrección carlista fue incautarse de todas aquellas que no contaran con autorización. No solo por impedir que fueran usadas por los habitantes para unirse a la facción, sino también para evitar que los carlistas armaran a sus partidas con ellas. Este proceso de desarme se llevó a cabo en Miravete los primeros días de 1834 bajo la supervisión del Ayuntamiento.

Milicia Nacional

La forma que el liberalismo tenía prevista para mantener el orden en las poblaciones era la Milicia Nacional, es decir, una fuerza de civiles armados responsable de la seguridad en el término municipal.

Los milicianos solían ser los liberales más comprometidos de la población, de modo que, con el estallido de la guerra carlista, se convirtieron en objetivo preferente de los rebeldes. Pese al riesgo que esto comportaba, los pueblos intentaron cumplir con las órdenes y organizar su milicia. Miravete presentó el 31 de mayo de 1835 el listado de sus milicianos

Constitución

Hasta 1836 las autoridades de Miravete se mantuvieron fieles al gobierno de la reina. Lo prueba la disciplina con que ejecutaron las órdenes que iban llegando de las autoridades liberales.

Cuando en el verano de ese año fue proclamada la Constitución de 1812, se abrió en la localidad un proceso electoral que tenía un doble objetivo: participar en la elección de los diputados que debían representar a la provincia en las Cortes de Madrid y, por otro lado, decidir por sufragio universal masculino los miembros del nuevo Ayuntamiento constitucional. Sin embargo, los carlistas no tardarían en extender su control sobre el pueblo y en nombrar otro ayuntamiento que debería cumplir las órdenes procedentes de Cantavieja.

Quintos

La guerra en el Maestrazgo pronto situó su foco sobre los jóvenes de los pueblos. Desde el principio, las partidas habían entrado en los pueblos llevándose, muchas veces forzados, a los hombres entre 16 y 40 años antes de que fueran reclamados por las autoridades liberales.

En Miravete los liberales ordenaron en 1837 hacer la quinta para servir en el ejército. Y en 1838 fueron los carlistas, los que mandaron quintar a los jóvenes del pueblo. Uno y otro ejército aspiraban a incorporarlos en sus filas arrancándolos de unas familias que los necesitaban para trabajar la tierra o cuidar de los ganados. Por eso se resistieron siempre que pudieron esgrimiendo todo tipo de excusas para eludir este servicio.