La población de Miravete de la Sierra, al estallar la Primera Guerra Carlista, se componía de 32 vecinos y 294 almas. El equilibrio de la comunidad era frágil. Por eso sus habitantes trataron de adaptarse a los ritmos de la guerra cumpliendo de manera escrupulosa las instrucciones de las autoridades liberales. Lo que no fue óbice para atender también las exigencias de las partidas carlistas enviadas por Cabrera. A finales de 1836 la situación cambió. El pueblo quedó bajo la órbita de Cantavieja desde donde se nombró un nuevo ayuntamiento carlista y comenzaron a llover las peticiones de todo tipo, no solo económicas, sino también prestación de servicios y reclutamiento de soldados.
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