Molinos

Partidas en movimiento

Molinos se encuentra en la frontera norte del territorio carlista. Su posición entre el Bajo Aragón y el Maestrazgo hizo que este pueblo sufriera la influencia alternativa de los dos contendientes en el conflicto. Esta es la peor de las circunstancias posibles en una guerra, porque los ejércitos de ambos bandos consideran a los habitantes como enemigos y sus exigencias se hacen mucho más elevadas y mayor la violencia ejercida sobre la población. Únicamente sus pequeñas dimensiones, y el encontrarse al margen de las principales vías de comunicación, le permitió sobrellevar los efectos de la guerra.

Cabecillas

Las casas fuertes

Las masías

Comunicaciones

La primera guerra carlista no empezó en el Maestrazgo, sino en el Bajo Aragón. Fue la dificultad que tuvieron los rebeldes para mantenerse en la Tierra Baja lo que los fue llevando hacia las montañas.

La multitud de partidas que recorrían este territorio hacían imposible que las tropas liberales pudieran acudir a todos los sitios donde les informaban de la presencia carlista.

Un territorio tan agreste como las sierras del Maestrazgo era muy difícil de controlar, teniendo en cuenta, además, que los pueblos se encontraban bastante alejados unos de otros.

En la guerra irregular que realizaban las partidas en el Maestrazgo, y también en las prácticas de contraguerrilla que intentaban llevar a cabo los ejércitos de la reina, la información era muy importante.

Por eso los habitantes de Molinos, que vivían en esta tierra de tránsito entre el llano y las montañas, fueron testigos de un verdadero desfile de partidas carlistas comandadas por los más célebres cabecillas. No tardarían en conocer a Carnicer, el jefe de todos ellos, y al «cura Cabrera», que estaba llamado a convertirse en un mito. Pero también a muchos otros como Quílez, Montañés, Conesa, Salla, Pilar, Mira, Salvo, Celma, Fuster, García… que pasaron por allí.

Los alcaldes, funcionarios y milicianos nacionales que se habían comprometido con la defensa del orden y de la reina veían peligrar sus vidas cada vez que una de estas partidas entraba en el pueblo ¿Cómo podían protegerles? El brigadier Nogueras puso en marcha la fórmula de las casas fuertes, que consistía en que cada pueblo tuviera un edificio robusto –iglesias, palacios o torreones– donde los liberales más señalados pudieran refugiarse y defenderse hasta que llegara la ayuda del ejército. Molinos contó con una de estas casas fuertes que debía ofrecer protección a sus vecinos más comprometidos.

Las masías siempre habían sido una forma de habitar los espacios intermedios y obtener recursos económicos a partir de la explotación ganadera y forestal del entorno. En la guerra también las masías desempeñaron su papel como apoyo a los ejércitos. En la masía de Anduch, cerca de Molinos, en octubre de 1839, aguardó emboscado el cabecilla Llagostera el paso de un convoy de Espartero que transportaba 250 cargas de víveres y consiguió apoderarse de las mercancías y hacer más de un centenar de prisioneros.

Los carlistas siempre tuvieron mejores contactos entre los habitantes de la zona, lo que les permitía anticipar los movimientos del enemigo. Por otro lado, conscientes del valor de aquella información, amenazaron de muerte y castigaron sin piedad a todos aquellos que transportaban pliegos para los liberales con noticias de sus movimientos. Los correos eran frecuentemente interceptados en los caminos y sus portadores apaleados e, incluso, fusilados, así como las autoridades que remitían los oficios.

Manuel Carnicer pasa revista a las tropas carlistas del Maestrazgo.
Manuel Carnicer pasa revista a las tropas carlistas del Maestrazgo.
Las casas fuertes fueron utilizadas mientras el territorio estaba en disputa y fluctuaban las líneas del frente.
Las casas fuertes fueron utilizadas mientras el territorio estaba en disputa y fluctuaban las líneas del frente.
Las masías y casas de campo desempeñaron un papel importante en apoyo a las tropas durante la guerra.
Las masías y casas de campo desempeñaron un papel importante en apoyo a las tropas durante la guerra.
Transitar los caminos del Maestrazgo se convirtió en una actividad muy arriesgada durante la guerra.
Transitar los caminos del Maestrazgo se convirtió en una actividad muy arriesgada durante la guerra.

Cabecillas

La primera guerra carlista no empezó en el Maestrazgo, sino en el Bajo Aragón. Fue la dificultad que tuvieron los rebeldes para mantenerse en la Tierra Baja lo que los fue llevando hacia las montañas.

Por eso los habitantes de Molinos, que vivían en esta tierra de tránsito entre el llano y las montañas, fueron testigos de un verdadero desfile de partidas carlistas comandadas por los más célebres cabecillas. No tardarían en conocer a Carnicer, el jefe de todos ellos, y al «cura Cabrera», que estaba llamado a convertirse en un mito. Pero también a muchos otros como Quílez, Montañés, Conesa, Salla, Pilar, Mira, Salvo, Celma, Fuster, García… que pasaron por allí.

Las casas fuertes

La multitud de partidas que recorrían este territorio hacían imposible que las tropas liberales pudieran acudir a todos los sitios donde les informaban de la presencia carlista.

Los alcaldes, funcionarios y milicianos nacionales que se habían comprometido con la defensa del orden y de la reina veían peligrar sus vidas cada vez que una de estas partidas entraba en el pueblo ¿Cómo podían protegerles? El brigadier Nogueras puso en marcha la fórmula de las casas fuertes, que consistía en que cada pueblo tuviera un edificio robusto –iglesias, palacios o torreones– donde los liberales más señalados pudieran refugiarse y defenderse hasta que llegara la ayuda del ejército. Molinos contó con una de estas casas fuertes que debía ofrecer protección a sus vecinos más comprometidos.

Las masías

Un territorio tan agreste como las sierras del Maestrazgo era muy difícil de controlar, teniendo en cuenta, además, que los pueblos se encontraban bastante alejados unos de otros.

Las masías siempre habían sido una forma de habitar los espacios intermedios y obtener recursos económicos a partir de la explotación ganadera y forestal del entorno. En la guerra también las masías desempeñaron su papel como apoyo a los ejércitos. En la masía de Anduch, cerca de Molinos, en octubre de 1839, aguardó emboscado el cabecilla Llagostera el paso de un convoy de Espartero que transportaba 250 cargas de víveres y consiguió apoderarse de las mercancías y hacer más de un centenar de prisioneros.

Comunicaciones

En la guerra irregular que realizaban las partidas en el Maestrazgo, y también en las prácticas de contraguerrilla que intentaban llevar a cabo los ejércitos de la reina, la información era muy importante.

Los carlistas siempre tuvieron mejores contactos entre los habitantes de la zona, lo que les permitía anticipar los movimientos del enemigo. Por otro lado, conscientes del valor de aquella información, amenazaron de muerte y castigaron sin piedad a todos aquellos que transportaban pliegos para los liberales con noticias de sus movimientos. Los correos eran frecuentemente interceptados en los caminos y sus portadores apaleados e, incluso, fusilados, así como las autoridades que remitían los oficios.